jueves, 14 de julio de 2011

Enrique Gomez Carrillo


(Guatemala, 1873 - París, 1927) Escritor guatemalteco. Vivió algún tiempo de su infancia en Santa Tecla (El Salvador) y la mayor parte de su existencia en París, a donde llegó en 1891; pero realizó viajes a España y a otros países, incluso a Guatemala, donde estuvo en 1898 y apoyó la candidatura de Estrada Cabrera. Su agitada vida (podríamos también hablar de su agitada vida literaria) lo presenta a nuestros ojos a veces como un bohemio, a veces como un aventurero, pero sin perder nunca cierto sentido rector que le permite siempre administrarse.

Algunas anécdotas pueden darnos una impresión de su carácter y personalidad. Siendo niño, decidió utilizar los dos apellidos de su padre, el historiador Agustín Gómez Carrillo, porque si usaba como segundo apellido el de la madre, de origen belga, Josefina Tible, sus compañeros de estudios lo hacían víctima de sus bromas y lo llamaban "Comestible" (Gómez Tible).

Llegó a adoptar la nacionalidad argentina para poder ser cónsul al servicio de la república del Plata. Se casó tres veces: con Aurora Cáceres, con Raquel Meller y con Consuelo Sunzin; a su muerte, las reclamaciones sobre su herencia se complicaron por los derechos de una hija que Gómez Carrillo había tenido de la poetisa Anny Percy. Las anécdotas podrían seguir multiplicándose: audaz y experto en el duelo, nunca rehuyó la posibilidad de llegar a los fines que se propuso.

Enrique Gómez Carrillo es, ante todo y sobre todo, un brillante cronista con grandes facultades de observador y finas dotes de percepción psicológica. Corresponsal de guerra en los frentes de batalla durante la primera Guerra Mundial, es también un corresponsal en tiempo de paz que asiste a las luchas diarias de la sociedad en que vive, analiza, observa y escribe con más profundidad muchas veces de la que podía esperarse de esta clase de trabajos. Se inició colaborando en el Diccionario EnciclopédicoGarnier y obtuvo su primer gran éxito con el libro de siluetas de escritores y artistas titulado Exquisses, que obtuvo los elogios del más exigente de los críticos españoles de la época: Leopoldo Alas, Clarín.

Se puede acusar a Gómez Carrillo de superficial, pero no lo es; hubiera podido ser más profundo y trascendente, es cierto; pero basta repasar la lista de sus amigos y admiradores para darse cuenta de la trascendencia de su personalidad: Rubén Darío, que fue propiamente su primer protector; Leopoldo Alas, Clarín; Jean Moreas; Mauricio Maeterlinck... Lo elogian también Pérez Galdós, Julián del Casal y Blasco Ibáñez, entre otros. Sin el genio creador y renovador de Rubén Darío, Enrique Gómez Carrillo es el segundo escritor centroamericano que remueve con cierta sensación el clima de Europa.

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